jueves, 26 de junio de 2014

cuento: Anselmo y los aparatos de dominación

¿Qué pasaría si un jubilado con su grupo de congéneres se cansan de la realidad, la cual la consideran copada de dominación de los poderosos? De algo de eso, con humor y sátira, trata el cuento el cual me lo pidió mi amigo Juan Pumilla, que de paso pueden visitar su blog acá


Anselmo y los aparatos de dominación.

(…)Los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante pero utilizan secundariamente, y en situaciones límite, una represión muy atenuada, disimulada, es decir simbólica. (No existe aparato puramente ideológico.) Así la escuela y las iglesias “adiestran” con métodos apropiados (sanciones, exclusiones, selección, etc.) no sólo a sus oficiantes sino a su grey. También la familia... También el aparato ideológico de Estado cultural (la censura, por mencionar sólo una forma), etcétera.

Louis Althusser “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”

        El anochecer comenzaba a surgir. Dentro de esas cuatro paredes el tiempo sólo era una conversación de los participantes. Cualquier persona que hubiese estado en ese sitio, en ese momento, creería que la vidriera emulaba una escena zoologística de ancianos acumulados. Sin embargo, se estaba gestando una rabia que nunca había tenido comparación en esos paramos.
        Un púlpito se había conformado sobre una de las mesas del local. Uno de sus compañeros se disponía a ser el orador de la revuelta. El altavoz se creó con una de las bandejas plásticas, transformándose en un cono que amplificaría (en teoría) la voz.
        La masa octogenaria descontenta se fue reuniendo alrededor de la tarima. Los murmullos rabiosos por la situación, se callaron cuando el portavoz comenzó a hablar. El espontáneo acto se retraso unos largos minutos, ya que las mesas eran altas, y la cervical con el paso de los años se comienza a volver cada vez mas rígida. Por esta razón, lo tuvieron que ayudar a subir a la misma. Luego de cuarenta minutos de arduos intentos, el líder pudo subir a la mesa. Inmediatamente se tuvo que esperar otra media hora hasta que la columna recobrara su antigua movilidad.
     
   “¡La mierda!, me acuerdo que antes saltaba las tranqueras limpitas, pero eso ya quedó en el pasado. Todavía me acuerdo de días como aquellos. Cuando terminábamos la merienda, nos juntábamos en las esquinas de nuestros barrios para jugar incansablemente, como partícipes de una ciencia lúdica: LA PELOTA. Pateábamos la pelota de trapo y corríamos como guerreros. Esa pelota que la construíamos de manera solidaria, comunitaria, semilla del socialismo. Allí no existía el tiempo, socializábamos, riendo, cara a cara. Pero hoy el sistema ha colonizado todos los niveles de nuestras miserables vidas. Aparatos de dominación, pergeñados por las corporaciones trasnacionales, para maniatarnos, vaciarnos, chuparnos la cabeza. Su objetivo, uno de los elementos más preciados de nuestra existencia, los niños. Primero con la televisión, la asquerosa caja boba, la insulsa reproductora de la hegemonía. Con la instalación de este elemento los chicos ya no salieron más a la calle a jugar a la pelota, o a las fichas, o a la escondida. Eso quedó olvidado en los museos memoriales de sus padres alienados.  Los años pasaron y esos inescrutables aparatos de dominación se han sofisticado, ahora las plazas y los potreros se han convertido en sitios desiertos, vacíos de toda humanidad. La plasteyon se convirtió en el dogma de nuestra generación futura, los amigos se consiguen por medio del feisbuc, nos han derrotado, el capitalismo a logrado alienarnos en el trabajo, en la escuela y ahora también en la cultura de nuestros niños…” No lo dejaron continuar, la ovación era impresionante, coreaban su nombre “Anselmo…Anselmo”. Cuando los gritos, los plausos, los golpes de bastones y andadores se atenuaron. Aunque las palabras de aliento lo hicieron emocionar, hasta el extremo de tener que sacar un gigante pañuelo de seda para limpiarse los mocos y las lagrimas. Anselmo continuó con sus palabras: “Compañeros, estamos siendo victimas de la opresión, del sometimiento sin mesura. Donde orientemos nuestra vista veremos los signos de la dominación impía del sistema”, en ese momento buscó por un largo rato dentro de su cartera de mano hasta que encontró una moneda de 25 centavos “miren, compañeros. La moneda, hija de la tasa de explotación burguesa, elíxir de los parásitos financistas. Principal enfermedad padecida por nuestros hermanos asalariados.
        “Otro ejemplo paradigmático, sino emblemático, son esas malditas reglas ortográficas, creadas como castigo consuetudinario: primero en la escuela, donde la corrección por medio de la ‘señorita maestra’ se concretaba en un estigma; en segundo lugar, en el curriculum, generador de una tabla para ver quién entra en un nivel menos miserable de proletarización. Por eso compañeros, sublevémonos, luchemos contra la hegemonía, ¡si quiero escribir mamá sin acento, lo escribo como se me canta! La acción directa es la base de la lucha por el poder compañeros, y por algo se empieza. Un grano de arena aportado, llevará a la conformación de una tormenta de arena subversiva” “¡Grano por grano, acción directa!” “si yo al melocotón lo quiero llamar durazno o cebolla, lo hago compañeros, porque el regionalismo de las lenguas es otro mecanismo de dominación. Los insulso cristianos lo quisieron explicar con la torre de babel, ¡pavada!, es un elemento hegemónico de dominación más… que nos impide comunicarnos con nuestros compañeros explotados que no conoce fronteras. ¡ROMPAMOS LAS CADENAS NACIONALES QUE NOS OPRIMEN!” la ovación ya era ensordecedora, la conjunción de gritos, golpeteos de bastones y palmas, conformaban un éxtasis sin igual para Anselmo, que los observaba maravillado desde el estrado. “Los ejemplos sobran compañeros de la dominación que intentan ejercer por medio de la ortografía. Como por ejemplo la diéresis, entupidos caracteres que los utilizan los ideólogos del capital, los incorporaron para mofarse de su poder de control sobre nuestra comunicación. Paraguas suena igual con o sin esa estupidez. Pero no quiero estirar más el discurso compañeros. Nos hemos reunidos aquí, luego de que nos hemos sentido ultrajados, agraviados por alguien que no es más que un minúsculo engranaje de la maquinaria imperialista. No solamente porque es una cadena mundial capitalista, sino porque nos negaron un sanguche de hamburguesa con el argumento de que ahí solo servían McHamburger o HappysBurgers. ¿Que eso?…un insulto compañeros. Es la muestra más cabal de que el imperialismo también se ha metido en nuestra panza, en lo que queremos comer, y en el nombre de lo que queremos comer. ¡Nosotros queremos un sanguche y una coca y no nos vamos a ir hasta que nos digan que tienen, sino lo tomaremos y lo pondremos a producir nosotros!”...Ya no se escuchaba, solo se oía su nombre coreado por la multitud ¡Anselmo…Anselmo!...
-señor…señor, disculpe pero estamos cerrando.
-ah, si. Ya me voy -se lo quedó mirando de manera compasiva- lo disculpo joven, ojalá tome conciencia de su alienación.

        El joven se lo quedó mirando con su impecable uniforme de trabajo, sin entender. Por su parte, Anselmo salió para la calle, todavía adormilado y resonándole en sus pensamientos el coreo de su nombre.  

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