Nostálgico con "haz tu propia aventura" que leía de pibe, cuando mi vieja me los traía de la biblioteca popular de Castex, hoy traigo un cuento que tiene algo de eso, se llama " La venganza de Eduardo Martz" es una historia que tiene la particularidad de ser intertextual con uno de los cuentos de las "Mil y una noches" que fue compilado por Borges y Bioy Casares "Cuentos breves y extraordinarios". Además de eso, tiene como varios finales, que pueden hilvanarlos o elegir uno, como mejor prefieran y se sientan cómodos.
La venganza de Eduardo Martz
No sé que se creen, porque tienen más plata que
uno…como si eso fuera mucho…, “El genio dijo al
pescador que lo había sacado de la botella de cobre amarillo:
-Soy uno de
los genios heréticos y me rebelé contra Salomón, hijo de David (¡que sobre los
dos haya paz!).” Porque pagan un toco de guita
se piensan que uno es empleado de ellos…pero mirá vos. Yo no tengo porque
aguantarlos, que Eduardo de acá, que Martz de allá. Imbeciles. “Fui
derrotado; Salomón, hijo de David, me ordenó que abrazara la fe de Dios y que
obedeciera sus órdenes. Rehusé; el Rey me encerró en ese recipiente de cobre y
estampó en la tapa el Nombre Muy Alto, y ordenó a los genios sumisos que me
arrojaran en el centro del mar”. Ahora
quién los aguanta a estos ricachones disfrazados de Shakespeare… pero qué se
creen. Se hacen los intelectuales porque van a hacer esa obra de teatro,
creyéndose buenos actores, aplaudiéndose entre ellos, escuchándose decir entre
ellos mismos “que buenos actores que son estos tipos”, aplaudiéndose en su círculo
de pelotudos. “Dije en mi corazón: a quien me dé la libertad, lo
enriqueceré para siempre. Pero un siglo entero pasó, y nadie me dio la
libertad. Entonces dije en mi corazón: a quien me dé la libertad, le revelare
todas las artes mágicas de la tierra. Pero cuatrocientos años pasaron y yo
seguía en el fondo del mar”. Lo que me faltaba,
ese pelotudo, con su auto pagado la soja y cagando a los demás…HOLA SEÑOR
BUSSI, COMO ANDA…BIEN, BIEN…SI, LEYENDO UN POCO, SI, ES EL CUENTO DE LA OBRA QUE USTEDES ESTÁN
POR HACER.…INCREIBLE LO QUE ACTUAN, ASOMBROSO… ADIOS SEÑOR BUSSI. Andá, andá,
boludo. “Dije entonces: a quién me de la libertad, yo le otorgaré tres
deseos. Pero novecientos años pasaron. Entonces, desesperado, juré por el Nombre
Muy Alto: a quién me dé la libertad, yo lo mataré. Prepárate a morir o mi
salvador.” Boludos…
Eduardo Martz
dejó el libro en la mesada, mientas observaba como uno de los padres de los
niños que concurrían al colegio donde limpiaba, se iba para el escenario para
ensayar la tradicional obra de teatro que realizaban para el inicio de la
primavera. Era costumbre que en ese colegio se realizaran una obra de teatro
con participación de los alumnos y sus padres. Ese año era una adaptación del
cuento “El Juramento del Cautivo” de Las mil y una noches. Era eso lo que
estaba leyendo Eduardo cuando pensaba sobre su trabajo y las personas que
intervenían en el mismo.
Eduardo era
portero del colegio, no le disgustaba mucho su trabajo, principalmente porque
era lo único que había en un pueblo tan
pequeño como ese donde vivía, además ya sobrepasaba los 40 y era difícil poder
conseguir otro trabajo. Lo que más le molestaba, como pudieron observar, era
cruzarse con esos “especímenes” (en palabras de Eduardo) que son los padres de
los niños, que según su juicio eran más insoportables que las 10 horas corridas
que le hacían trabajar. Terminó de leer el cuento, lo guardó en la mochila y se
fue a lavar los baños pensando en el cuento y en las personas que estaban en la
habitación contigua.
***
El gran día
había llegado, luego de siete meses de ensayo, en realidad no fueron tantos pero
a Eduardo le gustaba pensar que esos seres eran tan estupidos que no podían
aprenderse un guión de una obra de teatro tan corta. Pero más allá de su
hiperactiva imaginación, el día había llegado y el se tenia que encargar de
todos los detalles. Todos los trabajos tienen ese día que todos odian, aquel
que siempre se espera con una desazón increíble, ya que saben que tarde o
temprano llegará y que tendrá que soportarlo porque no queda otra opción. El
caso de Eduardo, esos días eran muchos, todos aquellos que tenía que cruzarse
con uno de los padres de los chicos que iban al colegio donde trabajaba. Pero
el que más odiaba, el que detestaba con todas sus fuerzas, era el día de la
famosa obra de teatro de primavera del Colegio “San Benito de la Muslera ”. También odiaba
los Helloween, el San Valentín, los Villancicos de Navidad, el día del animal
exótico, el día de la moneda de dos pesos, la semana de San Benito… pero en ese
momento era la obra de teatro.
Eduardo tenía
que llegar cinco horas antes porque era el encargado de organizar la escenografía de la obra que
robaba los suspiros de los despreocupados padres, y que salía aproximadamente
lo que Eduardo ganaba en diez meses. En esas mañanas debía esperar al decorador que cobraba en dólares y tolerar
sus insultos mientras lo mandaba durante horas. Luego, para librarse de su
presencia, lo invitaba a tomar mate, y como las personas como los decoradores
que contrataban en el “San Benito” no le gustaba esa infusión que chorreaba
baba, se quedaba tranquilo hasta que empezaban a aparecer los vestidos de noche
y los esmóquines.
El decorado
era fabuloso, el cielo reproducía el movimiento del viento de las regiones
marítimas. El bote era una replica exacta de los botes pesqueros otomanos. Los
trajes de los actores eran muy reales, aunque el genio lamentablemente fue
recreado como aquel famoso de Disney: azul, con una cola en el medio de la
cabeza.
La obra había
comenzado. Como era de esperar, lo invitaron a Eduardo a que se retire a
descansar, para no decirle que con esa camisa de grafa azul no quedaba con la
fiesta del “San Benito”. Pero no les hizo caso, así que preparo su mate, colocó
el agua caliente en un termo de acero y se escondió en la puerta principal de
la entrada al salón de actos.
En el salón no
volaba una mosca, todos los padres con sus respectivos hijos, con sus
esmóquines. La obra estaba llegando a la escena de más tensión. El pescador
observando con desasosiego (aunque no le salía al padre/actor, pensaba Eduardo)
al genio, y este último explicando su desdicha. Finalmente el genio miró al
pescador diciéndole “Prepárate para morir, oh mi salvador”, levantando por los
aires una replica exacta de un sable de Mameluco, el chiflido de su bajada, la
simulación del pescador cayendo al suelo, un sonido de agonía increíblemente
real, la mirada inexpresiva del genio, la sangre corriendo por el parqué
lustrado por Eduardo, los intentos de los presentes de creer en los grandes
efectos que se utilizaron ese año, la cara de horror del genio, chorreando
pintura azul por la transpiración, los gritos de desesperación del pescador
gorgojeando por un grueso corte que cruzaba su garganta y llegaba al pecho. El
silencio total de la sala, las manos rojas del actor que hacia de genio…
***
En la puerta
todavía estaba Eduardo observando la trágica escena. Sin dejar el mate salió afuera del colegio para fumarse un
cigarrillo. El día ya estaba por caer, Eduardo miraba el cielo que mostraba un hermoso
tono naranja con rosado. En la mano que no tenía el termo y el mate, sostenía
una botella. En el suelo se proyectaban dos sombras. En el silencio del pueblo
primaveral se escuchó: “te quedan dos, amo”
***
Con la yerba
lavada, Eduardo miraba asombrado la escena. Salió a la calle a tomar un poco de
aire y a fumarse un cigarrillo. La primavera a estrenar emitía un hermoso
rosado/naranja en el cielo por anochecer, Eduardo no miraba ningún lugar, solo
recordaba los pensamientos que había tenido mientras preparaba el mate “como me
gustaría que ese sable sea de verdad”.
***
Cuando Eduardo
salió a la calle a fumarse un cigarrillo y tomar aire, en la sala no se
escuchaba ni la respiración de ninguno de los presentes. Sólo cuando la nicotina
de su cigarrillo negro agarró fuego, se escuchó un último grito casi ahogado de
lo que pensó, pudo haber sido el del pescador/padre/actor.
Al llegar la
policía, llamada por uno de los espectadores, le preguntaron a Eduardo por qué
no había llamado él, ya que era el portero del colegio. Sonriendo le dijo:
-no estaba
trabajando ya. Además usted no tuvo que trabajar acá por 20 años, digamos que
quería tomarme un descanso-
Cuando los policías
lo dejaron, Eduardo pensó “como si se me cumpliera un deseo ” y tiró la yerba
en una de las plantas vecinas.
FIN
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