miércoles, 14 de agosto de 2013

Cuento. Mursa y la Esfinge de barro y sangre o Los cuerpos de Lewy (2 de 2)

Les dejo la segunda parte de esta cuento. Espero que les guste. La primera parte ACÁ


(...)Fueron pasando los días y Mursa siguió caminando, siguió pasando árboles. Había pasado zonas en las que nunca había estado. Pasaron los días hasta que finalmente se encontró con el fin de las protecciones. En otro momento aquello le habría generado un temor religioso, o mínimamente considerar que estaba por hacer algo importante. Pero poco le importó. Delante de él había una gran choza de color azul, y fuera de ella había un arco de troncos que indicaban que allí terminaba la protección de los magos hacia los influjos de la maldad de los Nurstos. Al lado de cada uno de los pilares había dos magos que no intentaron detenerlo. Solo le dijeron una palabra:
-Lo desconocido vela por nosotros. La verdad puede ser nuestra perdición
Pero Mursa no pudo quedarse callado
-Pero sabremos, perdidos o no, sabremos…
Cuando pasó el portal, el afuera siguió siendo igual, eso lo reconfortó, le mostró que no había nada de que protegerse, por ende no tenía sentido la protección. Sin embargo cuando se dio vuelta para marcarles eso a los magos, allí no había nada.
A los pocos días de haber pasado la protección, comenzó a madurarle una idea en sus pensamientos, una idea contradictoria y dolorosa para él, pero de la cual no podía encontrarle una alternativa. Sólo había una manera de saber de la existencia de Tlusque, y eso era lo que pensaba hacer. Pensaba volver al barro, quitarse la vida y mostrar la existencia o no de la diosa que había permitido que asesinen a su madre. Quizás así los famosos protectores acudían a su salvación, quizás volvía a ver a su madre, o quizás era todo negro, la nada misma.
La idea fue madurando hasta que terminó decidiéndose. Ese día no avanzó, ya no tenía sentido. Se quedó sentado debajo de un gran árbol que quedaba delante de un claro. Le gustó el lugar, y solo atinó a esperar.
Los nubarrones fueron oscureciendo el día, hasta que la noche ya era una lluvia segura. Esperó que el agua comenzara a caer con mayor intensidad, los truenos y refucilos fueron creciendo en intensidad, hasta que Mursa decidió que era el momento. Sacó de su carcaj el puñal que se había traído, y dejó el resto debajo del árbol. Se arrodilló debajo de la lluvia, en el medio del claro de la selva. Agarró el puñal y se lo puso en el pecho. Nunca pensó que se iba a encontrar en una situación como esa. Quizás, en realidad confiaba más en Tlusque de lo que se animaba a pensar o aceptar. Pero lo cierto es que entre truenos, refucilos y lluvia había decidido perforarse el pecho con el puñal. Lo que sucedió luego fue muy confuso como para buscarle una explicación sencilla.

El puñal ya llevaba medio filo dentro del cuerpo de Mursa cuando todo comenzó. Los truenos comenzaron a ser cada vez más fuertes, los rayos cada vez más luminosos. Con los segundos los sonidos y luces eran más intensos, y de repente, entre todo ese caos, con un blanco intenso, que casi encegueció a Mursa. Y entre los truenos se comenzaron a escuchar voces, voces fuertes que se mezclaban con los sonidos de la lluvia, voces que fueron cada vez más claras, hasta que finalmente pudo escuchar más claro:
-¿Cómo se llama?- la voz era una mezcla a truenos y una voz conocida que no podía recordar a quién.     
-Me llamo…me llamo Mursa- Contestó
-¿Usted no se llama Damián Gutierrez?- Preguntó de nuevo la voz
-No entiendo que me dice, que si me llamo qué- eran palabras, sonidos que no podía llegar a comprender
-Si se llama Damián Gutierrez…- la voz volvía a insistir
-No le entiendo…no le entiendo…- Mursa seguía sin entender 
- ¿Usted mató a su madre?-la voz fue más intensa.
            Antes de poder contestar, los sonidos y rayos fueron mucho más intensos, una fuerte puntada en la sien atacó a Mursa. Pero logro contestar, gritando, llorando, muriendose:
            -Yo no maté a nadie, yo no maté a nadie…fue el Mago Jefe-
            -¿Quién es el Mago Jefe?
Y ahí Mursa comprendió todo. En llantos de nerviosismo y alegría, comprendió que Tlusque se había revelado para hablarle, para escuchar su verdad. Mientras tanto la luz era cada vez más intensa, y los sonidos mas fuertes, y el agua llovida comenzó a elevarse, como si se desagotara la lluvia, y cuando quiso darse cuenta el sol brillaba en lo alto, en un cielo sin un rastro de nubes, y más aún, su pecho estaba sano, sin una cicatriz en el cuerpo.

IV
            Se despertó cuando el sol comenzó a darle en la cara. Finalmente se había dormido, la humedad del ambiente, la tos y el miedo a ser devorado por un Nursto no se compararon con la lluvia de pensamientos y sueños entre dormidos que pasaron por su cabeza: lo que le había pasado hacía 10 soles, la revelación que presenció hacia dos noches...
            De nuevo se despertó sin hambre, desde que había salido de a aldea no había probado bocado y seguía sin hambre, la respuesta que le encontraba a eso era la revelación, que desde el mismo momento que había salido de la aldea Tlusque le había elegido un plan, y no podía permitir que se muera de hambre. El día siguiente a la revelación se quedó debajo del árbol, pensando que debía hacer, pero sin una respuesta clara. Lo que si sabía era que debía volver a la aldea y mostrarles lo que había vivido, como la prueba viviente de la fe en Tlusque. Pero todavía no sabía como hacerlo, necesitaba que Tlusque le revelara el camino.
            Sin soltar el arco, siguió caminando en la dirección contraria a su aldea, estaba convencido que si algo se le tenía que revelar, estaba cerca. A las pocas horas de haber estado caminando, encontró delante de él un lago extenso, no tan hermoso al de su aldea, pero era el único que había encontrado desde que había salido de la aldea.. Le pareció hermoso. Dos días atrás no habría pensado lo mismo. Lo habría mirado con odio, detestado como símbolo de la religión de Tlusque, pero ahora le parecía precioso. Dejó el carcaj al lado del agua, se quito su tunica y se zambulló en el lago. Se quedó debajo del agua hasta que le dolieron los pulmones, dejando que el agua le acaricie la piel. Luego mirando el sol dejó que el barro se le metiera entre los dedos de los pies, una sensación que extrañó por muchos días.
     Allí fue donde se le vino la revelación, lo que le preguntaba Tlusque o alguien cercano a ella, le confirmó que aquel sujeto que había asesinado a su madre, y quizás hasta su estirpe entera, nada tenía que ver con ella. Todo ese tiempo siendo conducidos en nombre de Tlusque por un monstruo, y quién más que un Nursto para hacer semejante atrocidad. Entonces supo que tenía que hacer, debía enfrentarse a esos monstruos, él era el llamado a esa tarea, de llevar el verdadero mensaje de Tlusque…Fue ese momento cuando lo vio. Detrás de unos árboles, lo estaba observando, quizás lo estaba haciendo desde hacía mucho tiempo, tal vez durante toda su travesía. El pelaje era muy blanco, nunca había visto un pelaje tan blanco, sin una mancha, sin suciedad. La cara era humana, cubierta de pelos, sus rasgos eran femeninos, según le pareció percibir. Su cuerpo con forma de Puma, o algún felino grande. Allí estaba, lo estaba observando, era una esfinge, era un guardián de Tlusque que se había dejado ver. Sin acercarse ni un paso desde donde lo observaba, Mursa escuchó una voz, pero no salía del guardián, la escuchaba dentro de su mente:
            -Buen día, ¿Cómo has pasado la noche? Acompañame- sin esperar respuesta, la esfinge comenzó a avanzar en dirección por la cual se dirigía Mursa.
           
Él no lo dudó ni un instante y se decidió a seguirla. Ninguno de los dos medió palabra, solo caminaron. Cuando se detuvo la esfinge, el sol comenzaba a ocultarse entre los árboles de la selva. El lugar era la entrada de una cueva o algo similar. Mursa tenía muchas ganas de preguntarles muchas cosas, pero sabía que si la protectora no le había dicho anda, era por algo. Finalmente le habló nuevamente:
            -Es aquí- y no dijo nada más de nuevo.
          Mursa no dijo nada, tenía mucho miedo y nerviosismo como para decir alguna palabra. Solo se acercó a la cueva y entró en ella, adentró sabía que estaba lo que estaba buscando.
            Por un momento quedó enceguecido por una fuerte luz blanca que alumbraba toda la cueva. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, se dio cuenta que el sitio distaba mucho de ser lo que uno podría esperar en una cueva. Además de la luz blanca que salía de unos tubos brillosos del techo de la cueva. La misma estaba perfectamente recubierta de unos recuadros blancos que brillaban. Mursa los tocó y le asombró la frescura y suavidad de los mismos.  
            El guardián se había parado detrás, al final de la cueva. Delante de ella había dos personas vestidas de manera muy extraña, era la primera vez que veía algo así. Sus pies estaban recubiertos por unos calzados que, a diferencia de sus sandalias, estaban todos los dedos cubiertos. Su ropa eran muy blancas, una especie de túnicas perfectamente recortadas, y con unas piedritas muy redondas que agarraban los dos extremos de la misma. Y su cara estaba cubierta por un trapo, igual de blanco que todo lo demás. Mursa atinó a sacar el puñal, pero no lo encontró, al mismo tiempo escuchó la voz de la guardiana:
            -Tranquilo, no te va a pasar nada, han venido a ayudarte- de nuevo no esperó respuesta.
            Mursa tenía mucho miedo, pero sabía que se debía sacrificar para poder servir a Tlusque.
            Los dos sujetos le indicaron que se acueste en un objeto de cuatro pilares donde se apoyaba una tabla con una tela igual de blanca que todo lo demás. Al lado de eso, había un artefacto que hacía un ruido horrible. Mursa con mucho miedo se acercó a ese objeto, y se acostó. Al instante, los sujetos le agarraron las manos y se las ataron, y lo mismo con sus pies. De nada sirvieron los gritos desesperados e insultos que propinó Mursa, los sujetos extraños siguieron con sus actividades, tocando al artefacto del sonido horrible.
            -Qué está pasando, por favor, en nombre de Tlusque díganme que es todo esto-las palabras le salían desesperadas, abarrotadas, queriéndose quitar sus ataduras.
            -De nuevo con eso, Damián. De nuevo con esa “Tlusque”- la voz del sujeto masculino sonaba jovial
            Otra vez escuchaba esa palabra que no entendía, “Da-mi-an”
            -Soy Mursa, ya le dije a la guardiana que me llamo Mursa. Qué es “Da mi an”- desesperado buscaba encontrar la respuesta a todo aquello.
            -Volvemos a lo mismo, Damián. Empecemos con las preguntas de nuevo: ¿la mataste? ¿Mataste a tu madre?
            -Les dije que no, que fue el Mago Jefe, que en realidad es un Nursto
            -Devuelta con lo mismo. No me contestas con que te pregunto, y eso es peor para vos, lo sabés. Vamos a ver si con esto mejora.
            No lo dejaron contestar nada más, le taparon la boca con un objeto que era frío, y le generaba arcadas. También le ataron la cabeza con unas cuerda, y mientras tanto le ponían una pasta fría en los costados de la cabeza, y luego un objeto aún más frío, que hacía ese ruido que tanto odiaba Mursa. Siguiendo gritando, pero sin poder escucharse por el objeto en la boca, escuchó de nuevo hablar a uno de los sujetos:
            -Damián, te pregunto de nuevo ¿quién mato a tu mamá?
            Lo último que vio fue una intensa luz blanca y sintió un fuerte dolor en su cabeza.
FIN





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