martes, 3 de abril de 2012

A 30 años de la Guerra de Malvinas II: cuento "Será un día de abril"

Como dije anteriormente, la Guerra de Malvinas siempre sensibilizó. Este cuento que les presento fue escrito por primera vez cuando tenía 15 años. La narración trata sobre la descripción de un joven sobre lo que le sucederá un día de abril de 1982. Espero que les guste.  

Será en un día de abril


Hemos recuperado, salvaguardando el honor nacional, sin rencores pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las islas australes que integran por legítimo derecho el patrimonio nacional.
 Discurso sobre el desembarco de las tropas argentinas en las islas Malvinas en el salón blanco de la Casa Rosada. (Galtieri, 1982)

Será de mañana mañana, el sol predominará en mi parte del mundo. En ese preciso momento me parecerá haber escuchado el llamado en la puerta de madera de mi casa. Serán acompañados luego de unos segundos por los pasos de mi madre, que se acercará para abrirla. El ruido chillón de la puerta abriéndose, se acompañara de las palabras de un extraño que se identificará como “Subteniente Mendoza”. Le informará a mi madre sobre la decisión de las Fuerzas Armadas de realizar la leva obligatoria para invadir las tierras heladas de Malvinas, “El Estado Mayor Conjunto ha ordenado la leva obligatoria, de los cuales su hijo, Mariano Gómez es parte de la misma. Se tendrá que presentar este mismo día a primera hora de la tarde para embarcar. Cualquier negativa será considerada una alta traición para lo labores de recuperación y defensa de las islas y la madre patria”. Mi madre solamente atinará a decir que no podía ser, que era muy chico, que solo tenía 19 años y justo ahora que había conseguido un trabajito en lo de Don Julián .Pero creo que solo ella y mis entresueños serán testigos de esas palabras. Inmediatamente después del discurso de manual del desconocido militar, se oirá el cierre de la puerta, quedando dentro de las cuatro paredes mi casa la replica y los sollozos ahogados de mi madre, intentando no despertarme.
Aquella escena será demasiado real para que solo sea un sueño o invento de mi todavía adolescente imaginación. De igual manera a causa del sueño la escena irá cayendo cada vez más en imágenes borrosas y en palabras inentendibles, hasta que la misma somnolencia me convencerá de que fue solo un sueño, demasiado real, pero sueño al fin.
Cuánto pasará desde la escena de entresueños hasta que finalmente ponga mis pies fuera de la cama y me disponga a levantarme, no lo sé. Al levantarme llevaré a cabo la cotidiana y predecible actitud de mi desayuno. Casi dormido todavía me levantaré para prepararme el mate, me dirigiré a la cocina y pondré la pava enlozada en el fuego y, mientras se este calentando, iré al baño para intentar despabilarme lavándome la cara con agua fría. Sin embargo cuando empiece a mojarme las manos y cargarlas de agua para echármela en el rostro y refregarla, no percibiré el habitual aroma a jabón tocador, lavandina o cloro que conforma el agua de las napas subterráneas. Será más bien un olor que apenas se percibía en un primer momento, pero que a medida que pasaban los segundos se hará cada vez más contundente hasta formarse un fuerte olor a nieve helada (¿nieve?). Cuando acerque mi cara para mojarla, me asombrará el extremo frío y el dolor  en la boca. El dolor intenso me hará pensar en una llaga o quemadura, pero al mirarme al espejo solo reflejará mi cara mojada y asombrada. El olor a nieve, el intenso frío y el dolor desaparecerán en el reflejo del espejo luego de unos segundos.

El ruido de la pava a punto de romper hervor me sacará de esa paradójica situación, avisándome que debería de continuar con mi día en los límites de la realidad y dejar el vuelo de la imaginación para el tiempo libre o para los subconscientes sueños. Tomando mates y mirando el diario, me daré cuenta que no hay nadie en la casa, pensando que quizás, mi madre había salido a hacer algún que otro tramite administrativo o tuvo que ir a hacer alguna compra. Aunque desearé que vuelva pronto, que no me deje solo (¿por qué?). Querré preguntarle sobre lo que paso esa mañana, si lo que habia escuchado era solo un sueño o me tenía que embarcar a asesinar y a que me asesinen en las heladas tierras isleñas.
El agua para el mate se enfriará  luego de un tiempo. Prenderé la radio para ir escuchando las noticias mientras me dirijo a la cocina. A medida que el agua vaya absorbiendo calor, la programación habitual de la estación de radio será interrumpida para dar paso a una información de último momento. El locutor de la radio informará que el día lunes a primera hora, el gobierno invadirá las islas Malvinas. De repente una extraña sensación me invadirá, aquel aparato me habia informado una de las peores noticias de mi vida, una profunda tristeza y angustia invadirá mi ser. Pero esa sensación de congoja no será de lastima o solidaridad por esos jóvenes que realizaron la colimba y que en esos momentos eran informados que deberían ir a combatir a territorio austral, sino que mi miedo iba más allá, se alojará en lo más profundo de sus pensamientos, como si algo inminente y terrible podría acecharme (quizás el sueño no existió y debo embarcarme a la tarde).
Tardaré unos minutos para tranquilizarme y convencerme que no tenia en que preocuparme, que debería esperar a mi madre para sacarme las dudas de las noticias y mi sueño esa misma mañana. Pero pasaran las horas y mi madre no aparecerá, y más allá de mí preocupación decidiré salir a pasear por la ciudad para pasar el tiempo y poder pensar en otra cosa. Extrañamente, cuando salga a la calle y pise el pavimento,  el frió y viento helado casi me quitará la respiración. Será abril y recién el otoño estará rondando por el país, extraño, demasiado extraño. A pesar del cortante y helado viento, me mantendré paseando por la ciudad hasta ya entrada la noche. Cuando mire el reloj de pulsera me asombrara que ya eran las 22. Alegre apuraré el paso para llegar lo antes posible pensando en que ya mi madre estaría en casa y me estaría esperando con una linda y caliente comida. Solo serán ilusiones mías, ya que al momento de llegar a mi casa todavía mi madre no se encontrará, y eso no será todo, el frío parecerá que no menguaba dentro de mi casa, lo que me obligará a prender la calefacción y mantenerme con el abrigo.
Ya a la noche mi preocupación será más que importante pero no sabre que hacer, solamente atinare a irme a dormir y desear que por fin al otro día este nuevamente ella (¿no me preguntaré donde está?). Me acostaré sin otra opción, por no poder soportar la incertidumbre y la tristeza que me estará invadiendo. Al apoyar mi cabeza sobre la almohada, me penetrará una soledad inesperada, una desesperante soledad que se adueñara de mi hasta que el cansancio me permita dormir, pensando en volver, rezando volver (¿volver?, ¿a donde volver?).

Comenzaré a oír o a imaginar ruidos, estallidos, explosiones, ecos de diferentes matices. Pero a medida que pasará el “sueño”, segundo a segundo esos sonidos se irán convirtiendo en dolorosos e inaguantables. El aturdimiento será nauseabundo, hasta que los ruidos y ecos se unirán en uno solo, tendré la inevitable sensación de que me destruirán, todo se mezclará con entumecimientos de hielo y terror en todo mi cuerpo, hasta que los mismos serán tan inaguantables que me despertaré estrepitosamente. Las mejillas me dolerán, como si aquel frío onírico me hubiese afectado de verdad, pero a medida que me tranquilice la normalidad volvería nuevamente. Antes de dormirme nuevamente, orientaré mi mirada hacia la puerta de mi habitación por la que se observa la de mi madre, como buscando una ayuda de algo que no podré encontrar explicación. Para mi alegría ya se encontrará mi madre arropada en la habitación. Sin pensarlo ni un minuto, me levantaré para charlar un rato con ella, así le preguntaré donde había estado y lo raro de mi sueños de la mañana de aquel lunes. Me acercaré al borde de su lecho y la llamaré, pero no responderá, subiré el tono pero tanpoco responderá. Pensaré que quizás este muy dormida y que será mejor hablar con ella por la mañana. Me acostaré nuevamente, mirando el techo ennegrecido por la noche, esperando que esas pesadillas no aparezcan más.

La mañana llegará, mi cuerpo no me dejará dormir más que unas pequeñas horas luego del amanecer. Estaré mucho más tranquilo que  Mi madre se encontrará en la cocina, mi corazón dará un salto, su ausencia me había preocupado, pero inexplicablemente cuando observe de cerca su cara, estará diezmada, las ojeras y las pupilas inflamadas de llorar serán evidentes, no entenderé que sucedió ni que sucederá. “Porque estas así madre que paso ayer a la mañana, contéstame por favor”, pero su mirada perdida no prestará atención, como si yo fuera el artífice de sus males o que no querría verme ¡Madre, madre que pasa!
No podré comprender que era todo lo que me estaba sucediendo, pensaré que quizás el sueño que había vivido aquel lunes era cierto, que tendría que ir a combatir y que mi madre había ido a hacer todo lo posible para impedirlo pero que no lo había logrado, de ahí de su congoja. O quizás todavía estaba soñando, que desde el lunes solo había estado en una larga y vivida pesadillas y que nada de esto había sucedido, que quizás un golpe de frío me había generado fiebre, de ahí de las alucinaciones. Intentaré con todas mis fuerzas convencerme que eso no era real, que no podía ser real.  
Ya la desesperación será muy fuerte, no podré buscar razones coherentes o lógicas, ya estaré agobiado por la mala pasada que me estará jugando mi mente. La realidad se me desfigurará, se deformará en imágenes irreales. Un fuerte dolor de cabeza me invadirá, no me permitirá pensar, solo atinaré a ser un testigo presencial de la situación. Un dolor insoportable se apoderará de mi, creeré que solo faltarán segundos para desmayarme.  La cocina de mi casa se comenzará oscurecer, tomar un progresivo color negro. La cocina se oscurecerá frenéticamente como si una fuerza ajena a mi me comenzase a controlar y me obligue a cerrar mis parpados, ¡que es lo que me pasará, por dios!
 Por un momento solo percibiré una oscuridad inmaculada, indestructible. Pero en realidad esa negritud no será como estar dormido o inconciente, se asemejará más como estar en una habitación a oscuras, sin luminosidad aparente. En medio de la oscuridad impenetrable me sentiré solo, como si todo lo que alguna vez pudo acompañarme desapareciera, hasta que esos sonidos de ensueños o pesadillas nuevamente se harán presentes. Luego de unos instantes, en medio de la tormenta, la luminosidad se hará presente nuevamente. Delante de mis ojos (o quizás serán imágenes de un sueño) surgirá un estallido en medio de esa nada creada por la oscuridad inexplicable. El sonido, como había sucedido en aquella pesadilla, era cada vez más ensordecedor, el frío se había echo presente nuevamente lastimándome las mejillas y la boca, que parecerá enllagada. Era un cúmulo simultáneo de sensaciones que a cada segundo serán cada vez más imposible de tolerar. Todo ese caos en el que estaré inmerso culminará en el estallido de esa luz. Luego de unos microsegundos, aquella luz, aquella bola incandescente impactara en mi pecho, sintiendo inmediatamente una mezcla dolorosa de quemadura y frío entumecedor.
Un ardor insoportable frío que me irá corriendo por todo el cuerpo, se convertirá en inaguantable, a tal punto que me desplomaré ya sin poder hacer nada. El ruido, el gélido piso y las explosiones ya llegarán a límites inusitados, aún más que en el sueño anterior. Las penumbras comenzarán a disiparse como si en realidad las mismas habrían estado presentes, solas porque mantuve mis ojos cerrados. Abriré mis ojos y la oscuridad desaparecerá, aunque el frío y las desesperadas explosiones seguirán allí. Mi mirada perdida intentará descifrar en que lugar me encontraré, porque la imagen de la cocina de mi casa ya había quedado en solo un lejano recuerdo. El dolor en el pecho me persistirá cada vez con más fuerza y profundidad: mi cuerpo se encontrará en ese mismo momento desplomado en la gélida nieve teñida de mi sangre y la de tantos otros, ya coagulada. Estaré vestido con una vieja y helada ropa térmica  verde, que no podrá hacer nada para poder evitar el terrorífico frío que hará en aquel lugar. Sentiré que mi vida se me irá con la sangre que iré perdiendo y con el frío cada vez más monstruoso de mi cuerpo. El horror que tendré será inaguantable, imposible de poder explicarlo con palabras claras. Mirando esa tierra nevada cubierta de coagulada sangre y de pasos de borceguíes y zapatillas flechas. Estará sembrada de cráteres de misiles y bombas, como así también de incontables cascos guerreros que estarán extraviados de los fragmentos de los que antes habían sido sus adolescentes dueños.
Me volveré para mirar mi verde traje y el origen del atroz dolor, el mismo que comenzará a mancharme cada vez con más sangre filtrada de un quemado orificio. Entre sollozos de dolor y desesperación, me percataré que ya no seré más un joven adolescente sin preocupaciones importantes, que sin poder explicarlo me convertiré en un soldado argentino que se estará por morir en combate en las gélidas islas Malvinas.                
 
 El estado mayor conjunto comunica que en el día de ayer 14 de Junio de 1982 se produjo la reunión entre el comandante de las Fuerzas Inglesas general Jeremy Moore y el Comandante de la Guarnición militar de Malvinas General de Brigada Mario Benjamin Menéndez. En dicha reunión se labró un acta en la cual se estableció las condiciones de cese de fuego y retiro de tropas
Comunicado del Estado mayor conjunto Nº 165
    

No hay comentarios:

Publicar un comentario