sábado, 12 de octubre de 2013

12 de Octubre: uno de tantos, uno entre tantos (Música: "La Conquista" Mägo de Oz)

Doces de octubres que han llamado de la raza. Muchas imágenes se me vienen a la cabeza: esclavizaciones en nombre de ficcionales dioses; instauración de una colonia bajo del dominio de una raquítica corona que tiempo atrás había estado luchando en nombre de Dios, ante otras personas que invocaban a Alá. Años después, no tantos, cuando la sangre nativa ya había regado y fertilizado las tierras y las arcas de los altos señores de la Hispania, aparecieron seres de otro continente, llamados a ocupar la esclavitud nativa. Y así también sangraron ellos ante el algodón, la caña de azúcar, el látigo y el pene furioso del señor.
Mientras el sol seguía alumbrando sin más, luego fueron los descendientes nativos, descendientes del África lejana, ahora hijos de barcos que escapaban del hambre. Un bricolage cubrió las tierras desde ese entonces, el motivo seguía siendo lo mismo, donar sus manos hacendosas a arcas tan ajenas y ociosas como las de antes, como las de ayer. El doce de octubre episodio de tantos, donde la sangre arrebatada de tantos es y era. Diferentes nombres, diferentes pueblos, las manos opresoras las mismas, las mismas clases.

El sol que tantas veces alumbró mi vitalidad
y la creación que me precedió
baña en las costas de mi vida, sicarios que flotan
Aquellos que volcarán la sangre, mi sangre
la sangre.
El sol no sabrá que decirme, ni lo hará
Oh, padre, no has dicho

La espada y la cruz
nombres tan arbitrarios como los castigos
palabras tan arbitrarias como “encomienda”,
nos han esclavizado, con esa y otras palabras que no comprendo
nos han maniatado las manos que sangran, cuanta sangre
Oh padre sol no sabes que decirme, no lo harás, ¿verdad?
Oh padre, no lo has dicho, no…lo...has…

En barcos que han absorbido, corona y capellán
Luego, después, cuando
Han llenado mis bocas de latigos
Y miró el sol que castiga mi espalda, mis manos rojas, descarnadas
Mis labios cocidos, mi pene lacerado
Miro el sol que me alumbra
Siempre tan inerte, pero testigo

de mis desgracias.


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