Hola gente de nuevo, hoy les quiero dejar uno de mis últimos relatos. Se llama Asociación Libre. No quiero comentarles nada más, solo que es experimental, de ahí el nombre. Espero que lo disfruten. Lo acompaño con un tema que creo que puede ayudar a generar un ambiente más surrealista. Saludos y comenten.
“(…) Había sido
un estrépito, y no una explosión, como afirmaron algunos de los componentes del
grupo. Pero el resultado fue el mismo, ya que en un caleidoscópico instante la
granja y sus alrededores parecieron estallar, enviando hacia el cenit una nube
de coloreados y fantásticos fragmentos. Los fragmentos se desvanecieron en el
aire, dejando una nube de vapor que al cabo de un segundo se había desvanecido
también. Los asombrados espectadores decidieron que no valía la pena esperar a
que volviera a salir la luna para comprobar los efectos de aquel cataclismo…”
“El color
que cayó del Espacio” (1927) H. P. Lovecraft
“Frente a la mar
rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?”
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?”
“Un sueño en un
sueño” (1849) Edgar Allan Poe
Debería presentarme, mi nombre es
Martín Martz, tengo 23 años, escribo. Creo que con eso alcanza. Leo de todo, de
todo. En realidad no necesariamente, pero intento ojear la mayoría de los
escritos que se cruzan por mis ojos. Sin embargo, lo que más me fascina es el
terror, lo fantástico, lo extraordinario. Muchas veces porque lo veo como un
escapismo “si esto es una mierda, para que carajo seguir”. Me siento, agarro un
libro y listo, en otro tiempo y espacio.
Hasta que los ojos se cansan, el sueño me comienza a ganar, y cuando saco los
ojos de las hojas la vida sigue igual como antes, y sonrío. Sonrío porque se que
unos párrafos más o menos no van a salvar mi vida ni lo que pasa a mi
alrededor. Al otro día me va a pasar de
nuevo, y lo libros seguirán ahí, y yo acá, el mundo. Pero lo fantástico me
gusta también porque se puede convertir un medio para mostrar la verdadera
esencia el ser, de la humanidad viviendo con otros seres humanos. La miseria
que muchas veces ocultan las sonrisas, los avisos publicitarios.
No hay ni un vestigio de
humanidad en estos paramos. Nada vivo más que yo, si es que realmente lo estoy.
Quizás hace años, tantos que quizás la memoria no sería capaz de recordarlo,
hubo vida. El suelo parece que hace mucho tiempo estuvo inundado. Ahora parece
una masa de barro seco, zanjeado por lo que fueron cursos de agua. Unos cuernos
de una vaca, o buey o algo parecido están depositados en el suelo, descarnados,
enterrados en la tierra roja y reseca por la muerte (me tendría que preguntar
porque lo vinculo con la muerte). Me acuerdo de un documental, era sobre
Chernobyl, decían que después de la explosión nuclear, el clima había cambiado
rotundamente. Que un fuerte viento parecido al de las tormentas del desierto, arrastraban
las partículas que habían dejado indemne la explosión, como una tormenta del
desierto apocalíptica. Parece una película, y yo uno de los tipos que la mira
sentado en el sillón del cine, o mejor, como parte del narrador omnisciente de
la historia. O mejor, desde donde lo filmaban a Truman. Quizás yo sea Truman,
“El Show de Martín Martz, mírenlo a la media noche, la magnifica historia de
este comatoso, que gracias a las nuevas tecnologías de chequeo neuronal vemos
las pesadillas inducidas por los fármacos”. Pavadas, pero como decía, parezco
un testigo, no protagonista, como si fuera parte del escenario, parte de la
tierra, del viento arcilloso, de la tierra resquebrajada, del sol inexistente.
Y escribo, eso ya lo había dicho,
creo. Escribo sobre muchas cosas, pero lo que más me llama la atención son los
sueños. Quizás sea porque no soy de soñar mucho, en realidad no me acuerdo,
porque dicen que todos soñamos pero después no nos acordamos. Y como no me a
acuerdo mucho, me parece un estadío del ser humanos que me atrae, por su
misterio, por su inexplicabilidad. Y esa dificultad de poder explicar es lo que
me atrae, como una sensualidad que está fuera de mis manos. Los psicólogos
sostienen que se puede interpretar los sueños de las personas, que es una
realización de las fantasías de los sujetos, pero se representan de manera
vedada, censurada. En definitiva, lo que soñamos no tiene nada que ver con lo
que a primera vista representa. Cuantos números de quiniela serían pensados dos
veces si hubiesen escuchado a Freud, en fin. No me acuerdo cuando sueño, pero
cuando lo hago muchas veces prefiero no haberlo hecho. Ya se que muchos dicen
que las pesadillas o los sueños angustiantes, se deben por alguna molestia
exterior y uno la codifica en el sueño en algo angustiante. Pero nadie antes de
irse a dormir se dice “Comí como un tigre de bengala, creo que hoy hay grandes
posibilidades de tener una experiencia onírica angustiante”. Un día le estaba
cuidando la casa a mi hermano, no tenía nada que hacer así que luego de almorzar
algo me tiré en la cama a adormilar un poco. Estaba bastante nublado, era
anochecer o la mañana, lo mismo daba. La calle de tierra que daba a la quinta,
y desde donde se puede divisar el cementerio municipal, estaba teñida por el naranja del sol ya agonizante
si era el fin del día, o por nacer si era el amanecer. Afuera de la casa, en la
esquina de la casa, una columna, unas bocinas de audio. No tengo idea que decían.
Creo que nadie escucha voces en los sueños, en realidad uno siente, si, es una
sensación que le entra en la cien y se interpreta como si estuviera leyendo un
guión o si escuchara una voz en off que le dice a uno lo que dijo determinado
sujeto en una escena. El Altavoz, yo ahí parado, y escucho, siento que es un
golpe militar. Un avión sobrevolando sobre la zona, ¿avión o helicóptero? lo
mismo daba, porque lo que importaba es que me estaba buscando a mí. Me buscaban
a mí, tenía la certeza de que así era. Y lo peor de todo es que estaba solo, a
quién podía acudir en el medio de la soledad del pueblo. A una cuadra de donde
yo estaba, comienzo a ver que se avesina un pelotón de militares. Tengo la
certeza de que están chequeando las casas, que están chequeando para
encontrarme a mí. Nunca me sentí tan solo. La misma certeza de estar solo, como
en este suelo indómito. No me había dado cuenta, pero ante la inexistencia
total de todo, lo único que persiste es el suelo destrozado, muerto, el
polvillo inerte, un árbol. Árbol de dimensiones increíbles, de formas
indescifrables. Solo sale dos ramas del único tronco, ambas están pobladas de
un tupido ramaje que sale en forma recta hacia arriba. Esas formas casi
antinaturales, aunque la mejor manera de expresarlo es que son incapaces de
darse en la Tierra. Me
dan la sensación de que en aquel páramo la gravedad es inversa. Las fuerzas de
la gravedad dan la sensación de que proviene del cielo anaranjado, oculto por
la densa neblina de tierra. No me preocupa cómo me mantengo en pie, en realidad
un poco si, pero no soy un ser humano, soy solo un espectador, lo cual no me
preocupan estos extraños pensamientos. Me quedó mirando el árbol, busco algún
parecido a uno que haya conocido pero no
hay caso. Igualmente es descriptible, no hay manera que hagamos referencia a
cosas que no hayamos conocido. Por eso me causa gracia los que hablan sobre los
OVNIS, siempre que los describen son humanoides, lo que no logre comprender del
todo todavía, es si eso se debe a la incapacidad de esas personas a imaginarse
algo que este fuera de la realidad humana, al ego antropochovinista, o
simplemente a la limitación creativa de los que se dedican a eso.
El diámetro del árbol es
desmesuradamente grande para los que estamos acostumbrados a ver normalmente,
quizás un árbol de los milenarios de Bariloche podían ser un plantín de éste.
Pero lo que mas me llama la atención es su extensión, es infinitamente largo. Y
lo que es más espectacular es que puedo ver donde empieza pero no donde
termina. A lo lejos, hasta donde mi visión me lo permite, puedo ver que
continua, y lo que es más, se mezcla con una bruma negra, una niebla, un
polvillo, no lo se, es un espectro tan muerto como el polvillo que se funde con
el árbol. Y es negro, negro. Es un color que me gusta, casi toda mi ropa es de
ese color. Me atrae su opacidad, ausencia de luz me han dicho los que conocen
sobre colores y artes plásticas. Es la noche también. Revisando mis borradores
me di cuanta que los escenarios son de noche. La razón será porque me gusta esa
hora, como me gustan los sueños, que se vinculan al dormir, y que las mayorías de
personas lo hacen a esa hora. Lo que más me llama la atención del árbol es,
como ya dije, su infinitud, donde se funde con la niebla negra. Y para que no
sea de esa manera, todo esto es una nube, deforme, que solo adquieren
significados dentro mi pensamiento. Todo lo que está allí es una nube, es una
mancha negra, todo, hasta yo mismo. No hay solidez en nada de lo que me rodea,
y así debe ser, pero algo de incomodidad genera, porque no podemos moldearla
como desearía, no hay manera, la incapacidad para controlar me genera un poco
de miedo. Muevo mis manos y ya confirmo que no las tengo. Busco mi cuerpo, miro
para un lado, miro para otro pero observo que no hay nada, es solo mi visión
sostenida en el aire.
Ya no tiene mucho sentido seguir
en todo esto, que las palabras y las imágenes que llamamos pensamientos
comiencen a fluir solas sin necesidad de ser registrarlas. Mientras miro este
árbol de ensueño, a la inexistencia de mi ser, y mientras me quito los lentes
por el cansancio de la vista luego de escribir por horas, se me vino otro
recuerdo que creo que viene al caso. De chico siempre tenía pesadillas, casi
todos los días. El sueño era siempre el mismo. Desde un helicóptero, desde lo
alto de no se que, me caía, me aterraba la certeza de no poder hacer nada para
salvarme. Pero cuando estaba a punto de llegar al piso, despertaba. Una vez
despierto, y todavía agitado por la angustia del sueño, me quedaba pensando que
por más que el sueño se repitiera, no
debía preocuparme porque siempre me iba despertar. Mientras miro el árbol se
que por más que desee despertar no lo voy a hacer, no es una suposición, ya lo
he intentado. Dejo de escribir, sigo mirando el árbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario