miércoles, 18 de julio de 2012

Relato y Música: Asociación Libre + Ahab


Hola gente de nuevo, hoy les quiero dejar uno de mis últimos relatos. Se llama Asociación Libre. No quiero comentarles nada más, solo que es experimental, de ahí el nombre. Espero que lo disfruten. Lo acompaño con un tema que creo que puede ayudar a generar un ambiente más surrealista. Saludos y comenten.


Asociación Libre

“(…) Había sido un estrépito, y no una explosión, como afirmaron algunos de los componentes del grupo. Pero el resultado fue el mismo, ya que en un caleidoscópico instante la granja y sus alrededores parecieron estallar, enviando hacia el cenit una nube de coloreados y fantásticos fragmentos. Los fragmentos se desvanecieron en el aire, dejando una nube de vapor que al cabo de un segundo se había desvanecido también. Los asombrados espectadores decidieron que no valía la pena esperar a que volviera a salir la luna para comprobar los efectos de aquel cataclismo…”

“El color que cayó del Espacio” (1927) H. P. Lovecraft

Frente a la mar rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?”

Un sueño en un sueño” (1849) Edgar Allan Poe

Debería presentarme, mi nombre es Martín Martz, tengo 23 años, escribo. Creo que con eso alcanza. Leo de todo, de todo. En realidad no necesariamente, pero intento ojear la mayoría de los escritos que se cruzan por mis ojos. Sin embargo, lo que más me fascina es el terror, lo fantástico, lo extraordinario. Muchas veces porque lo veo como un escapismo “si esto es una mierda, para que carajo seguir”. Me siento, agarro un libro y  listo, en otro tiempo y espacio. Hasta que los ojos se cansan, el sueño me comienza a ganar, y cuando saco los ojos de las hojas la vida sigue igual como antes, y sonrío. Sonrío porque se que unos párrafos más o menos no van a salvar mi vida ni lo que pasa a mi alrededor.  Al otro día me va a pasar de nuevo, y lo libros seguirán ahí, y yo acá, el mundo. Pero lo fantástico me gusta también porque se puede convertir un medio para mostrar la verdadera esencia el ser, de la humanidad viviendo con otros seres humanos. La miseria que muchas veces ocultan las sonrisas, los avisos publicitarios.
No hay ni un vestigio de humanidad en estos paramos. Nada vivo más que yo, si es que realmente lo estoy. Quizás hace años, tantos que quizás la memoria no sería capaz de recordarlo, hubo vida. El suelo parece que hace mucho tiempo estuvo inundado. Ahora parece una masa de barro seco, zanjeado por lo que fueron cursos de agua. Unos cuernos de una vaca, o buey o algo parecido están depositados en el suelo, descarnados, enterrados en la tierra roja y reseca por la muerte (me tendría que preguntar porque lo vinculo con la muerte). Me acuerdo de un documental, era sobre Chernobyl, decían que después de la explosión nuclear, el clima había cambiado rotundamente. Que un fuerte viento parecido al de las tormentas del desierto, arrastraban las partículas que habían dejado indemne la explosión, como una tormenta del desierto apocalíptica. Parece una película, y yo uno de los tipos que la mira sentado en el sillón del cine, o mejor, como parte del narrador omnisciente de la historia. O mejor, desde donde lo filmaban a Truman. Quizás yo sea Truman, “El Show de Martín Martz, mírenlo a la media noche, la magnifica historia de este comatoso, que gracias a las nuevas tecnologías de chequeo neuronal vemos las pesadillas inducidas por los fármacos”. Pavadas, pero como decía, parezco un testigo, no protagonista, como si fuera parte del escenario, parte de la tierra, del viento arcilloso, de la tierra resquebrajada, del sol inexistente.
Y escribo, eso ya lo había dicho, creo. Escribo sobre muchas cosas, pero lo que más me llama la atención son los sueños. Quizás sea porque no soy de soñar mucho, en realidad no me acuerdo, porque dicen que todos soñamos pero después no nos acordamos. Y como no me a acuerdo mucho, me parece un estadío del ser humanos que me atrae, por su misterio, por su inexplicabilidad. Y esa dificultad de poder explicar es lo que me atrae, como una sensualidad que está fuera de mis manos. Los psicólogos sostienen que se puede interpretar los sueños de las personas, que es una realización de las fantasías de los sujetos, pero se representan de manera vedada, censurada. En definitiva, lo que soñamos no tiene nada que ver con lo que a primera vista representa. Cuantos números de quiniela serían pensados dos veces si hubiesen escuchado a Freud, en fin. No me acuerdo cuando sueño, pero cuando lo hago muchas veces prefiero no haberlo hecho. Ya se que muchos dicen que las pesadillas o los sueños angustiantes, se deben por alguna molestia exterior y uno la codifica en el sueño en algo angustiante. Pero nadie antes de irse a dormir se dice “Comí como un tigre de bengala, creo que hoy hay grandes posibilidades de tener una experiencia onírica angustiante”. Un día le estaba cuidando la casa a mi hermano, no tenía nada que hacer así que luego de almorzar algo me tiré en la cama a adormilar un poco. Estaba bastante nublado, era anochecer o la mañana, lo mismo daba. La calle de tierra que daba a la quinta, y desde donde se puede divisar el cementerio municipal,  estaba teñida por el naranja del sol ya agonizante si era el fin del día, o por nacer si era el amanecer. Afuera de la casa, en la esquina de la casa, una columna, unas bocinas de audio. No tengo idea que decían. Creo que nadie escucha voces en los sueños, en realidad uno siente, si, es una sensación que le entra en la cien y se interpreta como si estuviera leyendo un guión o si escuchara una voz en off que le dice a uno lo que dijo determinado sujeto en una escena. El Altavoz, yo ahí parado, y escucho, siento que es un golpe militar. Un avión sobrevolando sobre la zona, ¿avión o helicóptero? lo mismo daba, porque lo que importaba es que me estaba buscando a mí. Me buscaban a mí, tenía la certeza de que así era. Y lo peor de todo es que estaba solo, a quién podía acudir en el medio de la soledad del pueblo. A una cuadra de donde yo estaba, comienzo a ver que se avesina un pelotón de militares. Tengo la certeza de que están chequeando las casas, que están chequeando para encontrarme a mí. Nunca me sentí tan solo. La misma certeza de estar solo, como en este suelo indómito. No me había dado cuenta, pero ante la inexistencia total de todo, lo único que persiste es el suelo destrozado, muerto, el polvillo inerte, un árbol. Árbol de dimensiones increíbles, de formas indescifrables. Solo sale dos ramas del único tronco, ambas están pobladas de un tupido ramaje que sale en forma recta hacia arriba. Esas formas casi antinaturales, aunque la mejor manera de expresarlo es que son incapaces de darse en la Tierra. Me dan la sensación de que en aquel páramo la gravedad es inversa. Las fuerzas de la gravedad dan la sensación de que proviene del cielo anaranjado, oculto por la densa neblina de tierra. No me preocupa cómo me mantengo en pie, en realidad un poco si, pero no soy un ser humano, soy solo un espectador, lo cual no me preocupan estos extraños pensamientos. Me quedó mirando el árbol, busco algún parecido a uno  que haya conocido pero no hay caso. Igualmente es descriptible, no hay manera que hagamos referencia a cosas que no hayamos conocido. Por eso me causa gracia los que hablan sobre los OVNIS, siempre que los describen son humanoides, lo que no logre comprender del todo todavía, es si eso se debe a la incapacidad de esas personas a imaginarse algo que este fuera de la realidad humana, al ego antropochovinista, o simplemente a la limitación creativa de los que se dedican a eso.
El diámetro del árbol es desmesuradamente grande para los que estamos acostumbrados a ver normalmente, quizás un árbol de los milenarios de Bariloche podían ser un plantín de éste. Pero lo que mas me llama la atención es su extensión, es infinitamente largo. Y lo que es más espectacular es que puedo ver donde empieza pero no donde termina. A lo lejos, hasta donde mi visión me lo permite, puedo ver que continua, y lo que es más, se mezcla con una bruma negra, una niebla, un polvillo, no lo se, es un espectro tan muerto como el polvillo que se funde con el árbol. Y es negro, negro. Es un color que me gusta, casi toda mi ropa es de ese color. Me atrae su opacidad, ausencia de luz me han dicho los que conocen sobre colores y artes plásticas. Es la noche también. Revisando mis borradores me di cuanta que los escenarios son de noche. La razón será porque me gusta esa hora, como me gustan los sueños, que se vinculan al dormir, y que las mayorías de personas lo hacen a esa hora. Lo que más me llama la atención del árbol es, como ya dije, su infinitud, donde se funde con la niebla negra. Y para que no sea de esa manera, todo esto es una nube, deforme, que solo adquieren significados dentro mi pensamiento. Todo lo que está allí es una nube, es una mancha negra, todo, hasta yo mismo. No hay solidez en nada de lo que me rodea, y así debe ser, pero algo de incomodidad genera, porque no podemos moldearla como desearía, no hay manera, la incapacidad para controlar me genera un poco de miedo. Muevo mis manos y ya confirmo que no las tengo. Busco mi cuerpo, miro para un lado, miro para otro pero observo que no hay nada, es solo mi visión sostenida en el aire.
Ya no tiene mucho sentido seguir en todo esto, que las palabras y las imágenes que llamamos pensamientos comiencen a fluir solas sin necesidad de ser registrarlas. Mientras miro este árbol de ensueño, a la inexistencia de mi ser, y mientras me quito los lentes por el cansancio de la vista luego de escribir por horas, se me vino otro recuerdo que creo que viene al caso. De chico siempre tenía pesadillas, casi todos los días. El sueño era siempre el mismo. Desde un helicóptero, desde lo alto de no se que, me caía, me aterraba la certeza de no poder hacer nada para salvarme. Pero cuando estaba a punto de llegar al piso, despertaba. Una vez despierto, y todavía agitado por la angustia del sueño, me quedaba pensando que por más que  el sueño se repitiera, no debía preocuparme porque siempre me iba despertar. Mientras miro el árbol se que por más que desee despertar no lo voy a hacer, no es una suposición, ya lo he intentado. Dejo de escribir, sigo mirando el árbol.  

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