El Monstruo y el
sueño
Infeliz es aquel a
quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel
que vuelve la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de
cortinados marrones y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia
pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos, cargados de
enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas.
Tal es lo que los dioses me destinaron... a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril,
el arruinado; sin embargo, me siento extrañamente satisfecho y me aferro con
desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi mente amenaza con ir
más allá, hacia el otro.
El Extraño. H. P
Lovecraft
He
soñado, de nuevo
La he
soñado como no se sueña a quien se sueña.
La he
soñado
Era tan
real como la muerte,
como mis
asimetrías, como lo que soy y no quise ser.
Ahí
estaba
Desnudandose
entre labios mudos,
pero me
miraba
me
miraba y no temía
No le
daba miedo, no le daba asco.
Y no
hablaba porque las palabras no alcanzaran
No hay
palabras en los sueños
No hay
palabras para los monstruos.
Trato
de recordar todo,
pero
los granos de arena se me escapan de las manos
e
intento una y otra vez, pero es inútil.
Solo la
veo muda mirando lo que no teme
pero ya
no recuerdo sus ojos.
no son
más que huecos negros,
granos de
arena que golpean el suelo,
mientras,
inútilmente, quiero evitar la fatalidad.
Se ha
quitado la remera de marfil, blanca, me lastima los ojos
y me
muestra su cuerpo de mentira.
Y esos
ojos huecos no han dejado de mirar al monstruo,
al que
no teme, y hasta quizás ama, o solo compadece.
Pero no
teme.
Cuando salí
del Castillo subterráneo
y los espejos
anunciaron mi deformidad
atravesando
el pecho bestial,
no he
deseado el amor de nadie
nadie
puede amar a quien no se ama
y los
monstruos no conocen del amor.
No le
han enseñado, no lo han aprendido.
Y ella
aparece en sueños
En el
sueño que la sueño como no se sueña a quien se sueña.
En el
sueño que la sueño
una y
otra vez
pero no
logro ver sus ojos
ni mis
manos que la han seguido
hasta
su desnudez.
Y la
han tocado, tan real que lastimaba,
Y sus
ojos de abismo que no dejaban de mirarme
Y desnudaba
su cuerpo blanco de arena
He regresado
al castillo subterráneo
He roto
todos los espejos
Trato de
recordar esos ojos
que no
temían mi aspecto de monstruo.
Aunque
quizás ya no esté el castillo, ni ojos, ni monstruo.
Solo
arena infinita que recuerda lo que fue el mundo.
Pero alguien
una vez, no temió el monstruo
Y desnudó
su cuerpo blanco ante su aberración.
El
mundo ya puede descansar en paz, sin espejos.
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