Eh escuchado una vez, o me ha
parecido, que las aguas bajan turbias. Bajan turbias porque antes han subido, y
muchas veces un mar llamado por la luna llena, bajo el cielo estrellado, puede
ser bello. Puede ser bello verlo reflejar aquella circunferencia plateada sobre
las olas azules. Pero muchas veces aguas que no debería estar donde están
comienzan a subir, y subir, sin parar, y no reconocen ningún orden imperante de
“basta” o “atrás”. Y el agua ya no se posa sobre la arena de aquella playa
lunar. El agua usa de cause las calles empedradas, asfaltadas, de tierra, no
discrimina. El agua ha pasado por las calles, doblando las esquinas, usando a
los automóviles como barcos de papel, como un castor imaginario haciendo
diques, con barro, árboles, autos, humanos…
Y esta historia que en otras
circunstancias podría pecar de surrealista, es tan real como el odio que ha
despertado. Porque el agua subió, subió, sin parar, sin tomarse un minuto,
desbordando canales que debieron ser planificados. Subió un agua de lluvia que
debió ser encausada. Subió metros, y metros, tapando las casas, haciendo de una
provincia, su Venecia, su Venecia negra, una Venecia gótica, una tragedia
griega donde mueren los que siempre mueren, donde se ahogan lo que siempre se
ahogan, aquellas personas que han levantado su hogar con sus manos, y que le
han robado, y ahora los han ahogado.
Y el agua bajo, turbia, negra,
con barro pútrido, con sangre que se mezcló con el odio de los vivos. Porque
allí vieron, que las aguas rebalsaron ante tanta no obra, ante tanto subsidio a
ricos, porque los han ahogado los que viajan de vacaciones y se borran ante sus
responsabilidades.
Pero el agua, aquella que subió
ante tanto Shopping ajeno, ante tanta especulación inmobiliaria, y luego bajo
dejando como adornos de navidad a cuerpos hinchados ante su muerte inocente, donde sus objetos fueron
entregados a un Poseidón implacable y sedicioso, pero también aquella agua hizo
brotar pequeñas semillas que el clima desértico de esta época no había dejado
crecer: la solidaridad.
Por eso, cuando los edificios
individualistas sigan creciendo, y sus dueños puedan ser libre de viajar por
paramos donde los que se ahogan no pueden, cuando el agua use de cause las
calles, y los culpables veraneen implacables, la semilla de aquel árbol
crecerá, y las grietas romperá los edificios, y encausará los arroyos, y
estrujará a los culpables.
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