Te hubiese amado tanto
A las
alejandras que jugaron a ser julietas y andan viajando en barcos en busca de
pájaros que se volvieron jaulas
Te hubiese amado.
Te hubiese amado con ese amor que duele en el
pecho
y lastima las manos, las manos y las muñecas.
Y deja en la boca ese gusto a muertos que ni te
cuento.
Te hubiese amado tanto que ni el amor se
hubiese hecho cargo.
Y todo lo demás hubiese sido juzgado de
blasfemo.
De una nimiedad parca que solo existió por el
azar.
Te hubiese amado tanto…
Te hubiese amado tanto.
Te hubiese amado tanto como un amigo.
Como una mortaja negra, gris vieja de tanto
usarla,
de desteñirse de nuestros amores.
El blanco son para cobardes.
Para las nubes de lugares sanos ya tan poco.
Para ellos, solo para ellos.
Pero el negro, el negro amada mía,
el negro es la noche que nos apaña en la
soledad de lo imposible y la paradoja.
El negro es el color de la sombra que soñó ser
la luz que la proyecta.
El negro, amada mía, el negro es todo y es
nada,
por eso es negro y no otro.
Te hubiese amado tanto que a tu ida,
en tu ida como tal Julieta,
cuando te llevaste todas las preguntas y
respuestas tragadas hasta el empacho.
Y yo, amada mía despertaría pensando que fue un
sueño,
que en algún lugar estarías, escondida, viendo
que la jaula se ha vuelto pájaro.
Pero no hay sueño, arremetiste viajera
Y yo sigo pensando, sin importar los adobes de
paradojas irresueltas,
o de fantasías inimaginables,
que te hubiese amado, como un amigo, como un
hermano.
Como todo y nada a la vez.
Te hubiese amado, nada más, nada menos
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